LO QUE NO SE NOMBRA TAMBIÉN EXISTE


Somos hereder@s recientes de la ilustración y la razón. Al menos en "occidente" (término curioso, teniendo en cuenta que la tierra es redonda). La "razón" tuvo su motivo para florecer, porque, hasta ese renacer, convivíamos con la superstición y con creencias que iban limitando el desarrollo  global y humano. Todas las épocas han caído en la tentación de resistirse a lo nuevo, pero, una vez instalada y extendida la nueva verdad, también ha creído que sus descubrimientos, avances y percepciones, eran verdades absolutas, como si, en cada una de ellas, se considerase que no se podía ir más allá, que todo era ya sabido.

Si algo está encorsetando en este momento un nuevo florecer, es limitarse a creer que la razón es nuestro única capacidad y medio de aprendizaje. Cada vez más, la psicología, la pedagogía, la sociología, la antropología, la ciencia y otras "gías" nos ofrecen sus aportaciones, que van en la línea de contarnos que las capacidades humanas no solo pasan por la razón, sino que tenemos cuerpo, mente, percepción, emociones, sentimientos, espiritualidad y al tiempo estamos profundamente influenciados por lo social y colectivo. A much@s de mis amig@s, la aceptación de una parte espiritual humana todavía les asusta. Tal vez porque espiritualidad tiende a confundirse con religión y ésta, al igual que muchas de las creencias que nos envuelven, ha quedado atrapada, en demasiadas ocasiones, en límites, prejuicios, exclusiones y poder.

La ilustración y la razón, esenciales para nuestro desarrollo, han de aprender a convivir con toda la esencia humana, dejando de querer ocupar un lugar predominante. Nuestro ADN humano está repleto de universo y de aspectos que todavía no hemos aprendido a nombrar, pero que existen. La ilustración, que en su mayoría quiso negar a "dios", convirtió en dios a la propia razón. La espiritualidad llena a borbotones los gestos generosos de solidaridad de muchas de las personas que conozco, por ejemplo, sin embargo se dan resistencias a hablar abiertamente de ella.

Por otro lado, muchos de los lugares que se publicitan como espirituales, solo hablan de bienestar personal, cayendo en la trampa de una sociedad, bien individualista y competitiva, cuyas garras parecen sujetarnos desde bien adentro.

La armonía personal es necesaria para el propio centramiento y cuando andamos descentrad@s, difícilmente podemos mirar lo que nos rodea con ecuanimidad o acercarnos "al otro" con generosidad y desinterés. Pero sin empatía de compromiso e implicación, sin compasión, sin amor... no hay quien salve ni a esta humanidad ni a este planeta. Las personas con profundidad espiritual lo saben y las de profundidad solidaria, también. Nos queda mucho camino en las posibilidades de diálogo que unen lo interior personal y lo exterior colectivo. Pero, nos guste o no, los dos aspectos juntos, nos completan.
Que nuestro día sea armonioso y con sentido: ¿acaso la felicidad reside en otro lugar?

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