LA SINCRONÍA DEL AHORA

El Ahora no es, sino una sincronicidad. Al igual que una gota del océano no tiene sentido sin la gota que está a 1000 km distanciada de ella ocupando el mismo mar, tampoco tiene sentido vivir el ahora propio diferenciado del que está viviendo, en ese mismo momento, una persona que vive en las antípodas del planeta. Pensar o sentir que el ahora está exclusivamente relacionado con el olor de la flor que tenemos delante, es un reduccionismo… una ilusión que el tiempo en el que vivimos nos hace creer…

El “aquí” ancla el “ahora propio”. El “aquí y ahora” enfocado en el presente concreto, es imprescindible para educar nuestra atención, nuestra concentración… Entrenando esa atención, podemos gestionar nuestras emociones y nuestra mente errante, para conseguir desapegarse del sufrimiento interno. Así nos lo han transmitido muchas personas sabias, a lo largo de siglos, a través de diferentes y múltiples tradiciones y experiencias espirituales. De forma más reciente, también neurólog@s, psicólog@s, psiquiatras, biólog@s, educadores… han ido descubriendo bases científicas que certifican estas sabidurías.

Pero el “Ahora” también es algo relativo. “Ahora” es, al mismo tiempo, la situación maravillosa o  la llena de sufrimiento que otras personas están viviendo en un momento dado y concreto, de manera sincrónica… Al igual que la gota del océano no es nada sin las otras gotas marinas, estén próximas o a kilómetros de distancia, una persona no se puede ubicar en el mundo sin tener presente ese ahora completo, del que otras personas forman parte. Creamos el presente con nuestra actitud, pero no solo el presente personal, sino el presente de tod@s.

Por eso es tan importante la solidaridad, la compasión con compromiso, que es una empatía implicada, un ponerse en el lugar de la otra persona con una actitud positiva hacia su sufrimiento, es decir, con la intención de aliviarlo, o bien un compartir sus logros y alegrías con la plena conciencia de que todo ello resuena, inevitablemente, en un@ mism@. Es algo semejante a la manera en que una gota del océano transmite su calma o su agitación al resto de gotas marinas. Estamos conectad@s al igual que ellas.

A cada un@ de nosotr@s nos habita un mar interior, por eso nuestras lágrimas son saladas y hasta una risa auténtica nos hace llorar, y puede dejar sabor a sal. En ese mar, propio y compartido, navegan millones de historias, propias y comunes, que han ido inundando nuestro interior a lo largo de los siglos. La consciencia de nuestra interioridad y la de nuestro “formar parte de (humanidad, planeta, universo, todo...)” van de la mano, son una consciencia única.